jueves, 26 de septiembre de 2024

"Me sentía atraída por la vida imaginada del artista". Entrevista a Ana Miralles

 

Desde la aparición hace más de dos décadas del primer álbum de  Djinn, a cargo de Ana Miralles (Madrid, 1959), y guion de Jean Dufaux en nuestro país, no pude más que maravillarme ante la belleza que estaba contemplando. La sensualidad y la pasión con la que se reflejaba la historia, tuvieron una influencia determinante, para seguir desde entonces más si cabe la obra de Miralles; de rescatar sus anteriores trabajos y seguir soñando con la elegancia personificada de sus lápices y su forma de dar color sus páginas. A este trabajo le siguieron doce entregas más, así como De mano en mano, Muraqqa’, Wáluk o la recuperación de En busca del unicornio (estas cuatro últimas con guiones de Emilio Ruiz). Trabajos que me retrotraían a la primera lectura de uno de sus mejores trabajos, Eva Medusa (serializada en la desaparecida revista Viñetas), con guion de Antonio Segura. Un título que sin duda merecería una edición integral para el disfrute de los lectores de hoy día. Todos estos trabajos, son una razón poderosa para entrevistar a una de nuestras mejores autoras, que siguen en activo, y de la que espero nuevas sorpresas gráficas. 

La primera pregunta obligada

JM- ¿Cómo recuerda sus primeras lecturas? ¿Qué autores fueron con los que más disfrutaba?

AM- Rememoro la ilusión que me producía el tener un libro en la mano incluso antes de saber leer. En mi casa hubo antes libros que las estanterías para albergarlos. Quizá sea una exageración, pero recuerdo nuestra casa con apenas muebles pero ya con libros. Las primeras lecturas que me vienen a la mente son los títulos de Julio Verne, como Miguel Strogoff, Salgari, R.L. Stevenson, La Isla del tesoro; los clásicos de las Novelas Ilustradas, que no faltaban en ninguna casa. De cómic, Astérix, Tintín, todo ello amenizado con los autores de Bruguera, con especial mención a Ibáñez, Vázquez, Segura, Raf… Pero sobre todo, lo que más disfrutaba era El Príncipe Valiente. Hoy todavía me quedo fascinada cuando abro las páginas de cualquiera de sus tomos. Mis padres estaban suscritos al Círculo de Lectores por lo que comencé a leer libros de adulto muy jovencita, apenas con 12 años. Fui una adolescente lectora.

JM-¿Qué es lo que le motivó estudiar Bellas Artes? ¿Cómo fue ese aprendizaje?

AM- Huir de todo lo demás. Era una joven solitaria a la que le costaba trabajar en equipo. Siempre he sido sociable en todo lo que no tuviera que ver con el trabajo y la creatividad. Ahí buscaba el aislamiento. Yo quería pintar, me encantaba el dibujo. Me sentía atraída por la vida imaginada del artista que vive entre lienzos, pinceles, tubos de óleo, aguarrás, cola de conejo... Soñaba en trabajar en nada más que en mis proyectos. En BBAA encontré mi ambiente, en la escuela de San Carlos, en Valencia, un lugar mágico donde estudiaron Sorolla, Pinazo y otros grandes maestros de aquel tiempo. Las aulas donde pintábamos y hacíamos dibujos del natural son ahora las salas del Museo del Carmen.

Aprobé el examen de ingreso y luego fue todo muy fácil. Sentí que había acertado. Pintaba con poca pasta, tenía una cierta inclinación al ahorro que me alejaba de la pintura matérica. Me gustaba la figura humana, el papel y carboncillo; el dibujo del natural, el movimiento, esos trazos rápidos y frescos que se traducen en líneas cinéticas. Mis compañeros me decían, ¿por qué no te dedicas al cómic? Me lo dijeron tantas veces que me lo acabé creyendo. Caí en la cuenta de que es para lo que me había estado preparando desde que iba al colegio de monjas. Me dedicaba a hacer historietas en los bordes de las libretas de todos los temas que se trataban en clase. Incluso retrataba a mis profesoras y compañeras. Era muy gamberra.

JM- En 1982 se presentó a concurso organizado por Radio 3 para autores nóveles, del programa Rock, Comics y otros Rollos; conducido por Elías García y José Antonio Maíllo. ¿Cómo fue aquella experiencia y cómo la valora? ¿Qué importancia tuvo en tus inicios?

AM- Fue una experiencia iniciática, tanto por ser mis primeros tanteos profesionales como personalmente. Aunque salí muy joven de casa para estudiar, nunca me había enfrentado a una experiencia semejante sola. Me cogí un autobús, me alojé en una pensión y estuve unos días completamente aislada del mundo que me era conocido. Todo era nuevo y eso hizo que fuera una vivencia muy intensa que todavía recuerdo. Allí me vi, es decir, que confirmó mi anhelo, el ser autora de cómics a tiempo completo. Quizá no en aquel tiempo, pero llegué a imaginarme que así sería en el futuro. Elías García y su programa fueron para muchos de nosotros, como fue el caso también de grandes autores como Ana Juan y Carlos Pacheco, una oportunidad para darnos a conocer. Le estoy muy agradecida por su trabajo y entusiasmo.

Fue algo decisivo para fortalecer mi voluntad. Pude ver mi trabajo expuesto, conocer a autores a los que admiraba, como es el caso de Mediavilla, Manara o Hugo Pratt, con el que tuve el placer de intercambiar unas palabras en las que me animó mucho a seguir. Digamos que por ese breve consejo le considero uno de mis paleopadrinos, esos que con un par de frases te ponen en órbita y te trastocan el sueño una temporada. 

 
Antonio Segura y Ana Miralles recibiendo el Haxtur

JM- Tras el paso por Radio 3, comienza a publicar en revistas como Rambla, Madriz, y Cairo. En esta última revista, colabora con uno de los mejores guionistas que hemos tenido, Antonio Segura. ¿Qué recuerda de Antonio y qué le llevó años más tarde a realizar con él Eva Medusa?

AM- Parece que en todas las épocas, hay un mandato irracional para que los que comienzan en una actividad, carguen contra la generación anterior. Cuando conocí a Antonio ya era un viejo de 40 años que había publicado con muchos autores entre los que se incluyen Bernet, Leopoldo Sánchez y Pepe Ortiz. Era un autor que además había fundado una de mis revistas preferidas, Metropol, y además no parecía con ganas de jubilarse. Su cabeza rebosaba de ideas. Esto parece que a algunos compañeros de mi generación les repateaba. Antonio era un guionista que sabía de lo que hablaba, de verdad. Siempre estaba estudiando, leyendo. Trabajaba muchísimo. Algunos lo acusaban de caduco, demasiado clásico y tonterías por el estilo, pero   yo no me dejé arrastrar por esa corriente. Yo admiraba a Antonio, su genio, su sentido del humor, así que no me dejé intimidar por los comentarios y consideraciones de los autores que se consideraban más modernos que él y de los que hoy ya no se acuerda nadie.

Antonio era una persona con genio, que pensaba y hablaba rápido, afable, educado, que me adoptó junto a su mujer Ana, sus hijas y su gata como si fuera una más en su familia. No llevo la cuenta de las veces que fuimos Emilio y yo a su casa a cenar. Era una relación estrecha. Recuerdo nuestras largas conversaciones de madrugada sobre la Segunda Guerra Mundial, Simenon, las armas, los extraterrestres o los gatos, que le encantaban; por decir solo unas cuantas. Pasamos unas veladas inolvidables.

Seguramente Antonio y yo no hubiéramos dejado de colaborar sino fuera porque Jean-Claude Camano, nuestro director de colección en Glénat, decidiera que Eva Medusa no merecía seguir más allá del tercer tomo. No digo que todo fueran flores con Antonio. Teníamos nuestras diferencias con el guion, pero nada grave para no continuar la serie. En todo caso, las he tenido más graves con Jean Dufaux y no obstante hicimos 13 libros juntos. Fue una pena. Antonio era un profesional con carácter que sabía escuchar y acoplarse a las circunstancias. El problema es que no le dieron oportunidad. Le cerraron con la puerta en las narices.

JM- Paso a paso su dibujo se fue perfilando más, y destacando entre los lectores, ¿cómo ha sido su evolución en el dibujo desde entonces, hasta la fecha? ¿Cómo lo definiría? Y, ¿qué es lo más le gusta de colorear con acuarela?

AM- A mediados de los 80 tuve una crisis fruto de la búsqueda incesante de un estilo original que me distinguiera. Valencia era un sitio muy exigente, con una larga historia de autores y marcada por la llamada Escuela Valenciana. Calatayud, Sento, Mique Beltán, Micharmut, Daniel Torres, estos grandes nombres pesaban mucho en la psique de los que empezábamos.

Cuando tomé la decisión de abandonarme a dibujar como me apeteciera y no pensar más en el estilo, me surgió una vena cada vez más realista. Luego he ido aportando todo aquello que me era afín, como es el gusto por el detalle, la poesía, el amor a los personajes secundarios, las ambientaciones que me estremecían, mi gusto por la ropa y los enseres, sin olvidar mis manías gráficas, difíciles de explicar pero que me acompañan siempre.

Sobre la segunda parte de la pregunta, digamos que cada álbum que haces, cada título que abordas te indica la paleta a usar. Eva Medusa debía ser asfixiante, pesada, rotunda. Djinn en cambio me ofreció la oportunidad de explorar más en los ambientes sofisticados, en los paisajes, en la indumentaria de una época… Mano en mano, me exigió retratar la realidad cotidiana, la mugre, la pobreza. Wáluk clama por los colores límpidos, el aire, los muchos matices del blanco. Una vez comienzas no te queda mucho margen para cambiar. El color es parte de la documentación y resulta difícil plantearse algo diferente de lo que te sale de forma natural.

Actualmente estoy dando color a Ava, una historia de los años 50. En un principio me plantee hacerla en blanco y negro. Me parecía una técnica idónea porque gran parte del álbum discurre de noche. Nuestros editores de Dargaud nos dijeron que les gustaría ver algo. Estuve trabajando unas semanas y me di cuenta que no había nada que me convenciera lo suficiente. Les dije finalmente que prefería seguir en la línea de Djinn. En definitiva, una cosa es el deseo abstracto y otra bien distinta lo que la obra te pide. Ahora estoy muy contenta de haber tomado esa decisión porque tampoco se parece mucho a Djinn, sino que es algo nuevo, un color que recuerda a los Kodachrome de aquellos tiempos. Finalmente la obra se abre camino por sí sola, solo tienes que estar ahí, dispuesta y receptiva a lo que tu subconsciente te pida.

 
Ana Miralles y Emilio Ruiz en su estudio

 JM- En 1991 comienza su colaboración en su obra con el guionista Emilio Ruiz, ¿qué cree que aporta en su obra, y cómo es su relación profesional?

AM- Por aquél entonces vivíamos juntos desde hacía 8 años. Él trabajaba como fotógrafo en ambientes de danza y teatro. Se había especializado en los audiovisuales de diapositivas para fondos escenográficos y expositivos, en donde con muchos proyectores se construían verdaderas películas que se veían en salas de exposiciones. Yo llegué a trabajar en varios proyectos en los que estaba implicado. Hoy en día se hace todo eso con ordenadores y vídeo. Por tanto para nosotros el colaborar juntos fue un juego, algo divertido que luego se convirtió en hábito. Trabajamos de forma dinámica variando según los requerimientos de la obra. No tenemos conflictos de autoría, tampoco discutimos por esos matices que arruinan una relación profesional. La cercanía hace que el trabajo sea fluido y certero a nuestros gustos. Los cambios forman parte de nuestro proceso y estamos de acuerdo en que lo más importante no es quedar bien, ni que el trabajo guste a todo el mundo. Lo más importante es la obra, que esta se ajuste a nuestro proceso creativo, no a lo que nos propusimos en un principio. En fin, algo difícil cuando trabajas con un guionista que tiene su vida y sus propias aspiraciones profesionales, como es natural. Cuando acabas muchas veces te sientes traicionada porque no pudiste reaccionar a tiempo y te has dejado la vida en un compromiso, más que en la obra que te hubiera gustado hacer. Trabajar con Emilio es lo más cercano a trabajar sola, mejor para mí, incluso.

JM- En 2001, comienza a trabajar con Jean Dufaux, a dibujar, pintar, su obra más exitosa hasta la fecha, Djinn. ¿Cómo comenzó a colaborar con Dufaux? ¿Qué aporta Dufaux a los guiones, que le hace diferentes de otros guionistas?

AM- Dufaux era entonces un guionista estrella que gozaba de la confianza de las grandes editoriales donde todos los autores queríamos publicar. Trabajar con Dufaux era garantía de algo más que echar unos dados, era una oportunidad seria de éxito. Jean pensó en mí pronto, pero la lejanía y las escasas oportunidades de conocernos le hizo difícil ponerse en contacto conmigo. Finalmente el destino confabuló a nuestro favor y coincidimos en la fiesta de los 30 años de Glénat en Grenoble donde Dominique Burdot, el que fuera años después creador de la editorial 12bis, me lo presentó. Me dijo que tenía una obra perfecta para mí y que estaba convencido que con mi estilo nos la quitarían de las manos. Aquello sonó a música celestial en mis oídos y le dije que de acuerdo, no sin antes amenazarle de que yo no estaba dispuesta a dibujar cualquier cosa. Me contestó con flema británica que él no se dedicaba al espectro mediocre.

Eso fue en junio de 1999. En 2001 salió Djinn y fue un éxito inmediato, si no ya de ventas, sí en cuanto a críticas y expectativas editoriales, lo que garantizó nuestra continuidad. Dargaud Benelux apostó en serio por ella. Trabajar con Jean ha sido duro para mí. No deja espacio al dibujante para entrometerse en el devenir de la serie en la que ejerce un control férreo. Incluso aboga por tenerlo en la ignorancia sobre el destino de sus personajes. Te convierte en un lector más, algo que me producía mucha inseguridad. Poco a poco me fui ganando su confianza y logré muchos avances, como el que me entregara el guion completo. Sus guiones tenían un esquema reconocible donde te describía la viñeta con adjetivos inspiradores dentro de una página con las viñetas y formatos bien definidos, algo que yo muchas veces obviaba con su aquiescencia. Te entregaba una paginación en papel milimetrado fruto de sus estudios en cine y una colección de libros maravillosos, de esos que contienen imágenes que no veías en Internet, que me servían de inspiración cuando me decía que dibujara una escena de “ambiente suntuoso”.

La experiencia me dijo que Jean era un guionista muy ocupado. En aquel entonces tenía como diez series al mismo tiempo y le dedicaba un tiempo estanco a cada título. Yo era una mínima parte de su universo, así pues, cuando terminaba mi tiempo, se eclipsaba y no volvía a saber de él hasta la presentación del álbum. Lo que en un principio me parecía molesto porque no podía resolver mis dudas, con el tiempo se convirtió en una bendición porque podía resolver libremente todo aquello que quedaba confuso o ambiguo, con el beneplácito siempre del editor, Yvess Schlirf, que siempre estuvo a mi lado apoyándome. En definitiva, Jean fue siempre amable e intransigente conmigo a partes iguales en lo que se refiere a sus asuntos. Por lo que podido colegir de mis compañeros que también han trabajado con él, esa era su relación habitual con los demás.

JM- La serie Dijnn muestra una belleza y una sensualidad fuera de lo común en la protagonistas, Jade y Kim Nelson, ¿en qué personajes o mujeres se inspira para las protagonistas? ¿Cómo las definiría?

AM- Mi imaginario se forma de mis lecturas, películas y cómics que he leído. Si tengo que ser más precisa te diría que Hal Foster, Will Eisner y Alex Raymond han sido los autores que gráficamente más me han influenciado. En el cine me han gustado mucho la belleza de Mónica Vitti, Ana Karina o  Maureen O’Hara.

Me resulta difícil definir a mis protagonistas. Es algo que viene marcado por la historia. En Djinn me he visto abocada a un tipo de personalidad que me era ajena. Mujeres frías, inexpresivas, veleidosas, sobre todo Jade. Es un ser retorcido y cruel. Nunca sabes por qué hace las cosas realmente, algo que me ha distanciado del personaje. Con Kim ha sido diferente. He tratado de acercarla a mi forma de ver las cosas con respecto al guion. Jean se dio cuenta de mis esfuerzos y me lo facilitó hasta cierto punto.

JM- El arte del tatuaje tiene una clara influencia en Djinn, ¿qué sentimientos le produce el tatuaje en su obra? ¿En qué tatuador o artista gráfico se basa para ello?

AM- En mí domina una visión antropológica del tatuaje. El tatuaje como herramienta, como ocurre con los Muraqqa  o libros de corte mogoles que eran en realidad instrumentos de poder.

Los tatuajes siempre han pertenecido al dominio mágico, mitológico. Se utilizaban para forzar el destino, curar un dolor, demostrar una lealtad, una pertenencia a un grupo, a una cultura, a una creencia. En ellos se contaban historias tan importantes que se deseaba grabarlas en la piel hasta el final de la vida. Te protegían, te recordaban el camino, te distinguían siempre. Era una opción que formaba parte de tu entidad profunda. Esa es la visión que me interesa, como vínculo con el mundo mágico, con tu propio destino.

Mi inspiración ha venido de la riqueza representativa del mundo oriental y africano. Me he centrado en formas vegetales principalmente, en motivos de diversas culturas, en como decoraban sus casas, sus objetos, sus telas. Ahí está mi fuente inagotable de inspiración.

JM- En los últimos años se han realizado varias exposiciones en Francia sobre su obra en galerías de arte, en las que se ha vendido su trabajo, ¿qué cree que aportan estas exposiciones? ¿Qué importancia tiene como profesional, la venta de originales actualmente?

AM- Es un efecto inopinado resultado de mi actividad en el cómic, un cisne negro, como diría el escritor Nassim Taleb. Este tipo de exposiciones, primero en librerías y luego en galerías me ha permitido cierta tranquilidad a la hora de trabajar en nuevos proyectos. El mayor placer proviene de la diversificación, de llegar a un público ajeno al cómic que adquiere los dibujos sin saber siquiera que hacen referencia a un universo nacido de una serie de cómic.

JM- Cambiando de tercio, en sus publicaciones en redes sociales, la vemos rodeada de naturaleza y un pajarillo que la acompaña dibujando, ¿qué le aportan a la hora de concentrarse para dibujar?

AM- Tengo tendencia a complicarme la vida con los bichos. Mi problema es que no distingo entre animales domésticos, salvajes o de abasto, como son el ganado de consumo humano. Para mí es todo lo mismo, algo que me maravilla y me preocupa su bienestar. Vivo en el campo y para gestionar mi terreno opté una temporada por tener 8 burros y una yegua. Tengo un par de mastines y un terrier alemán que nos encontramos una noche en la carretera. El jilguero es fruto de una visita a la casa que fuera de Lope de Vega en Saro, aquí en Cantabria, no lejos de donde vivo. Al hacernos una foto con mis amigos junto a una cruz de piedra, vimos en el suelo un polluelo inmaduro que no se movía. Le faltaba mucho para volar así que lo recogimos. Resultado, el dibujante siempre está en casa y es la victima perfecta para adjudicarle una custodia de este tipo.

Me pasé un verano dándole de comer de mi mano y quedó vinculado conmigo de una forma espectacular. Me canta al oído, se baña en mi mano, se esconde en mi pelo... Así llevamos ya más de 8 años. Lopillo no tiene implicaciones en mi concentración, mientras atienda a sus requerimientos. Es un tirano encantador.

JM- En la actualidad está preparando un nuevo trabajo con Emilio Ruiz, Ava: un relato ficcionado sobre la vida de Ava Gardner, y su paso por Río de Janeiro, en 1954; con motivo de la promoción de la película que protagoniza, La condesa descalza. ¿Qué determinó aventuraros en este nuevo trabajo? *¿Cuándo se publicará y con qué editor?

AM- Todo surgió tiempo atrás, tras el batacazo que tuvimos con nuestro proyecto de serie Muraqqa´. La editorial francesa 12bis cerró sorpresivamente (el autor es último que se entera de todo, encerrado en su cueva con vistas a la montaña), y la compró Glénat cuando estábamos haciendo el segundo tomo. Fue un verdadero mazazo porque no teníamos la menor intención de revisitar el pasado volviendo a trabajar con esa editorial. Declinamos su oferta y decidimos cambiar de tercio. Una decisión dolorosa que no se puede explicar en una entrevista, sería demasiado largo y complicado.

Así pues Emilio y yo, cuando nos recuperamos, decidimos buscar un nuevo tema. Vimos una noche un documental de la cadena Arte sobre Ava que despertó nuestra curiosidad. Empezamos a hablar de ella y sus películas más famosas, como Mogambo o La condesa descalza, las cuales recordábamos de las tardes de los sábados en la tele. Compramos algunos libros y empezamos a leer más de su vida. Casi sin darnos cuenta nos fuimos implicando con ella, su vida, su tiempo, su personalidad fascinante.

Internet estaba repleto de sus fotos. La tormenta perfecta se fue gestando. Emilio se metió a fondo a estudiar los pormenores de su biografía, sus películas, artículos, entrevistas, desde las más diversas fuentes y descubrió un suceso menor que bien nos podría servir para contar su vida en 48 horas. Demasiado tentador. Se lo propusimos a Dargaud Benelux y nos dijeron que adelante. Luego pasaron muchas cosas, pandemia por medio, y la realidad es que estoy ahora dando color y espero acabarlo pronto. Es curioso que nuestra editora, Valérie Beniest, nos haya propuesto pedir a la escritora Elisabeth Gouslan que nos escriba el prólogo. Precisamente aquel documental que nos puso en marcha lo protagonizaba ella. Se cierra el círculo. 

JM- En la actualidad, numerosos son los dibujantes se han pasado al digital, ¿se ve en algún momento dando el paso al digital, tanto en dibujo como en el color?

AM- No, me podría extender más, pero sería para explicar algo que, para mí, no necesita explicación. No estoy interesada.

JM- Muchas gracias por sus palabras y su tiempo, Ana.

*Ava saldrá el próximo jueves 3 de octubre, bajo la editorial Astiberri.

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