Entre las recientes novedades editoriales de este final de año, han sido numerosas las sorpresas que han lanzado los editores españoles. Cada uno ha jugado sus bazas, sus mejores cartas para ese lector ávido de emocionantes lecturas que le transporte a un mundo desconocido, un retrato íntimo, alguna que otra acción superheroica o la aventura más loca. En el último caso, nos encontramos con una grata sorpresa, la edición de las dos primeras entregas de Space Riders (hay una tercera en marcha), a cargo de Fabián Rangel Jr. (guion) y Alexis Ziritt (dibujos). Un “space opera” llena de colorido, que bebe por San Jack Kirby, en un ambiente y decorado de los más “pulp”, que nos transporta a aquellos comic-books de papel poroso de los años setenta de Marvel Comics.
Una gran propuesta de la mano de la editorial Gigasmeh (The Private Eye, Barrera, Solid State, Transcrepuscular), dentro de su colección de cómic Excelsior, que con buen criterio ha dado un empaque único y diferenciado de los dos tomos que ha publicado simultáneamente. Un material procedente de la editorial californiana Black Mask Studios, localizada en Los Ángeles.
Nada más
abrir el primer volumen, nos encontramos con una escena impactante del
protagonista principal del cómic: El Capitán Peligro a punto de abrazar la
muerte, cuando por fortuna es salvado por su nave con forma de cráneo, la llamada
Santa Muerte. Tras un año de parón forzoso por el ordenado por el Coronel
Conley, Peligro sobrevive refugiado en alguna que otra cantina de mal vivir,
hasta que sus compañeros Mono y Yara, lo rescatan de aquel lugar, tras el fin
de la suspensión de empleo. Su nueva misión les llevará a enfrentarse contra
los Motokingos, y al malvado Cabeza de Martillo, con aterrizaje forzoso
inesperado, en un planeta lleno de nativos aguerridos. Un planeta en el que
habita la hechicera Doña Bárbara, de la que El Capitán Peligro queda prendado
al instante. Desde ese momento la historia va “in crescendo” a pasos
agigantados, con combates, luchas contra balleneros espaciales, enemigos
mortales como Satanus, o el encuentro con los Sacerdotes del Fuego, y todo tipo
de escoria; para dejar lo mejor para el final, la aparición del Dios
Destructor.
Estamos ante dos tebeos sobresalientes, en el que el venezolano Alexis Ziritt (Tarántula), afincado en Florida, nos sumerge en todo tipo de referencias pop, colores, y pinceladas sacadas de Mazinger Z, como el planeador de Koji Kabuto. Sin olvidar las constantes referencia visuales al 4º Mundo de Kirby, con planos y personajes fácilmente reconocibles para todo seguidor que se precie. Ziritt, incluso mientras dibujaba Space Riders, escuchaba su propia Playlist en Spotify. Una Soundtrack particular para la creación de esas páginas tan arrolladoras, con ese estilo tan setentero, para imbuirse es en ese espíritu de epopeya espacial que te sorprende en todo momento. En el que se atreve a plasmar sus dibujos, en esa especie de papel amarillento, pasado por un filtro underground, de aquellos cómics norteamericanos gastados, viejos, que uno puede encontrar en las tiendas norteamericanas de a un dólar, que nadie quiere ya o que no conocen.
Al lado de Ziritt, encontramos a un Fabián Rangel Jr. (Doc Unknown) con un guion lleno de giros sorprendentes, en el que mantiene la tensión de la historia, para desarrollar la aventura sin perder un ápice de interés. Sus diálogos están repletos de palabras malsonantes, jerga, acorde con la personalidad de los personajes, que hacen más si cabe creíble este tipo de obras.
Los tebeos van acompañados de una galería de pin-ups, portadas alternativas y bocetos, que complementan de alguna manera la magnífica edición de Gigamesh. Es de agradecer en los tiempos tan difíciles que corren, que esta editorial se arriesgue a publicar estos tebeos publicados por Black Mask (Epitaph Records).
Space Riders es sin duda la prueba de que no está reñida la calidad de una historia y la narrativa secuencial, con la innovación de la forma y contenido en el que se presenta al lector más inmediato. Un cómic que se disfruta de principio a fin, y que os recomiendo muy efusivamente.
Cartoné, 112 páginas, 17,5 x 26,6 cm, color
Traducción de Carlos Abreu, Ninil Obstat, Irene Vidal
PVP: 20 €, c/u.
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